Las andanzas de un lobo estepario extremeño.

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"Viajar en bici es hacer más grande el Mundo. Es aprender lo esencial de la vida. Es vivir el presente sobre todas las cosas. El placer del cicloturismo está mucho más en el camino que en el destino, son los medios los que justifican el fin. Durante días, semanas o meses, no necesitas más que lo que llevas a cuestas
" (del artículo: "Con la casa a cuestas", revista: Bike Rutas, Nº 4, 1999)

25 jun 2015

Subida al Mulhacén por la vertiente Norte: Vereda de la Estrella - Cueva Secreta - Laguna de la Mosca - Mulhacén (I)


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El fin de semana pasado (20-21 de junio), incluido el lunes 23, teníamos previsto realizar la ruta de la subida al Mulhacén por la parte norte, por la Vereda de la Estrella y la Laguna de la Mosca, y regresar por otra ruta, haciendo una especie de “ocho”, cuyo nexo o punto en común sería Cueva Secreta, ya que al bajar lo haríamos desde la Laguna Larga, por el barranco del Valdeinfiernos y después seguir por los refugios de Aceral y de la Cucaracha, para bajar al último tramo de la Vereda de la Estrella por la Cuesta de los Presidiarios.

Este era el plan inicial, pero al final por diversas circunstancias que no vienen a cuento comentar aquí, hubo que cambiar, en parte porque saldríamos el sábado por la mañana, lo que significaba que empezaríamos la ruta por la tarde.

El sábado día 20, salimos un grupo de diez personas de Azuaga, repartidos en dos coches, y en Güejar-Sierra, en la antigua estación de Maitena, a la vera del río Genil, hoy reconvertida en restaurante, y a las puertas de la Vereda de la Estrella, nos esperaban los dos vascos, JuanMi (“el joven intrépido montañero”) y Encarni (“Dora la exploradora”), a los que en mi caso particular, no los veía desde el año pasado cuando estuvimos un fin de semana en Gredos, así que tras los efusivos saludos iniciales, nos vamos directos a comer y a reponer líquidos, que hacía calor, aunque el lugar es muy relajante, con mucha arboleda, mucha sombra, vegetación frondosa y el río Genil corriendo al lado.

No había prisas, así que las cervecitas y la comida nos las tomamos con calma, porque esta tarde no íbamos a llegar a laguna de la Mosca para hacer noche, entre otras cosas porque exceptuando a dos o tres galgos del grupo, el resto por unas cosas u otras andábamos en baja forma, y la idea era tomarnos la Vereda de la Estrella con calma, adaptándonos al peso de las mochilas y para que las piernas se fueran haciendo progresivamente a la subida, porque si bien este tramo inicial es el más largo, también es el que tienes menos desnivel, unos 500 metros (desde los 1.145 m. del Barranco de San Juan, a los 1.670 m. de Cueva Secreta), así que teníamos tiempo de sobra para hacerlo tranquilamente y poder llegar sin prisas a Cueva Secreta, donde tenía previsto que hiciéramos noche, aunque si fuéramos muy bien podíamos avanzar algo más.

Disfrutando del almuerzo en el patio del restaurante Maitena, con el río Genil al fondo, entre la arboleda.

Como culturilla general, comentar que el trazo entre donde comimos, la antigua estación de Maitena, y el parking del Barranco de San Juan, es por un carril asfaltado, estrecho, por donde otrora fueran los raíles del “tren de la sierra”, que venía desde Granada.

El tren de la Sierra fue un entrañable medio de locomoción que durante 49 años facilitó el acceso de montañeros y viajeros al interior de la Sierra, en una época en la que ausencia de automóviles obligaba a recorrer grandes distancias a pie o, en el más cómodo de los casos, a lomos de cabalgaduras. Este ferrocarril fue ideado en 1906 por Emilio Aragón y Rodríguez Munera, pero su muerte paralizó durante años la ejecución del proyecto. En 1920 la Sociedad Sierra Nevada y Natalio Rivas acometieron las obras, un año después que comenzaran las de la carretea de la Sierra. Ambos contratos fuero tomados por Julio Quesada Cañaveral, duque de San Pedro de Galatino, quien encomendó al ingeniero Juan José de Santa Cruz (fusilando en Granada el 12 de agosto de 1936) el trazado de ambos.

Cinco años tardó e ser finalizado el primer tramo hasta el puente 'El Blanquillo', y en 1928 el ferrocarril llegó a Maitena. Hubo que esperar al fin de la guerra civil para ver completado su trazado hasta la embocadura del barranco de San Juan. La línea de vía estrecha constaba de 7 estaciones y en 20 km salvaba un total de 14 túneles y 22 puentes para pasar de los 680 m. de altitud a los 1.150 m.

Durante los casi 50 años que permaneció en funcionamiento uso en contacto a los pueblos del valle del Genil con la capital y facilitó el acceso a la Sierra. La construcción del embalse de Canales, que debía anegar parte de su trazado, justificó su clausura en enero de 1974”. [Cita extraída de la Ecoguía “Sierra Nevada y las Alpujarras”, de Anaya Touring Club]

A las cuatro o algo más de la tarde, con calor, aunque no excesivo, menos de lo que esperaba, comenzamos la ruta desde el Barranco de San Juan (1.145m.), después de pasar por el ritual de preparar mochilas, repartirnos la comida que íbamos a utilizar (como siempre, el encargado de intendencia y logística, fue el señor A.Boceta) y protección solar...

Preparando las mochilas en el Barranco de San Juan


El recorrido por la Vereda de la Estrella me sorprendió gratamente, no sólo por el paisaje y las vistas de los colosos de Sierra Nevada, sino también por la gran biodiversidad natural que existe, con mucha arboleda en general, incluso con zonas boscosas, muy frondosas, a la vera de los cauces de ríos como el Genil, el Real, Valdecasillas, Valdeinfiernos o cruzando otros como el Guarnón, además de los muchos riachuelos o regueros que caen barranco a bajo para morir en algunos de estos ríos...



Primeros tramos de la Vereda de la Estrella, con mucha arboleda, vegetación frondosa y agua por doquier...

A unos dos kilómetros del inicio del camino nos encontramos con el “abuelo”, un castaño centenario en un lugar idílico, con la vereda completamente en umbría y rodeado totalmente por castaños, robles, aceres y quejigos, con una rica flora entre la que podemos encontrarnos con algunas orquídeas, como la Dactylorhiza elata, y entre tanta y variada flora, el punto de colorido y diversión lo ponen los insectos y las muchísimas mariposas revoloteando entre las flores o paradas en las zonas embarradas de la vereda en algún reguero o riachuelo que cae ladera abajo, rompiendo su tranquilidad a nuestro paso y comenzando a revolotear a nuestro alrededor en bandadas, un placer para los que nos gustan, aunque no entendamos, estos “bichitos”.

Base del castaño centenario conocido como "el abuelo".

En esta primera parte, el recorrido por la vereda transita por una especie de barranco labrado por el curso del Genil, donde las paredes a ambos lados quedan a tiro de piedra, mientras al ir ganando poco a poco altura, el río va quedando cada vez más abajo, resultando imposible poder divisarlo en algunos tramos debido al bosque que se forma en ambos lados del barranco, aunque somos conscientes de su presencia por su sonido, ronroneo relajante más bien, de sus frías aguas procedentes del deshielo que bajan raudas y cristalinas para morir en el embalse de Canales. La presencia de agua por doquier durante el recorrido por esta ruta, al menos en esta época, mitiga el calor y le da el punto “refrescante” al recorrido.


En la primera parte del recorrido, los barrancos sucesivos son más estrechos y abruptos.

Llevaríamos una hora aproximadamente, algo más de cuatro kilómetros, cuando a nuestra izquierda se aparta un camino-vereda que baja pronunciadamente hacia el río, al que en este punto se le une otro, el río Vadillo, el cual forma otro profundo barranco; desde este punto se sube por la Cuesta de los Presidarios en dirección al refugio forestal de la Cucaracha (llamado así por su característico tejado) y que es el itinerario por donde originalmente teníamos previsto regresar, aunque este desvío sirve también para afrontar otras rutas, como la subida al Puntal de Vacares, uno de los tres miles de la parte más oriental de Sierra Nevada. Como curiosidad, a esta subida que dejamos a la izquierda se le llama Cuesta de los Presidiarios, porque según cuentan, era por aquí donde eran conducidos los presidarios condenados a galeras en su recorrido desde Granada a Almería.

Nosotros no hacemos caso a este desvío y seguimos rectos, por la Vereda de la Estrella, con el cauce del Geníl a nuestra izquierda, abajo, en un recorrido muy entretenido en el que vamos parando cada dos por tres para hacer fotos, ya sea de una flor, de una mariposa, del entorno o de los gigantes de Sierra Nevada cuyas vistas podemos ver por primera vez unos metros más adelante, en una de las curvas pronunciadas que hace la vereda para ajustarse a las curvas de nivel, en  una zona conocida como "Las Nortes", porque frente nosotros, a la salida de dicha curva, tenmos una vista impecable de las caras norte de la Alcazaba (a la izquierda) y del Mulhacén (a la derecha); en este punto existe un panel informativo colocado muy apropiadamente que nos explica las vistas que se pueden contemplar desde allí, y a la postre, estas vistas nos acompañaran durante casi la totalidad del recorrido por esta Vereda de la Estrella, contemplándolas desde diferentes ángulos o perspectivas, o con panorámicas más o menos amplias de toda esa zona de los tresmiles.

Panel informativo en "Las Nortes".

Cara norte de la Alcazaba (3.364m., izquierda de la foto) y el Mulhacén (3.479 m., a la derecha)

 Mi tocayo Manolo, con la cara norte de la Alcazaba de fondo.

Seguimos avanzando y pronto tenemos nuestra primera toma de contacto con las minas, en esta ocasión las antiguas ruinas de las casas utilizadas por algunas familias en estas minas de la Probadora, donde también existen panales informativos sobre los minerales que se extraían, las familias que vivían allí trabajando en esta mina, la forma en que se transporta el material, etc...

A partir de la primera hora de recorrido, comenzamos a tener presente casi en la totalidad de la Vereda de la Estrella, las caras nortes de la Alcazaba y el Mulhacén.

Cerca de dos horas y media, incluyendo las numerosas paradas, y llegamos a las ruinas de las casas-cortijos de otra de las minas, la de la Estrella, que supongo será la que da nombre a este itinerario, y en donde creo que se extraía pirita de cobre, aunque las galerías creo que están tapiadas hoy en día. Aquí la vereda hace un giro brusco a la derecha, para descender y cruzar por un puente de madera el barranco que tenemos frente a nosotros, concretamente el formado por el río Guarnón, deshielo del Pico Veleta y del Corral del Veleta, de los cuales tenemos desde este punto una estupenda y nítida panorámica, con algunos neveros aún en las zonas más elevadas, magníficas vistas.



Ruinas de las casas de las Minas de la Estrella, y al fondo el barranco del río Guarnón que nace fruto del deshielo del corral del Veleta y del Pico Veleta que son los que se ven al fondo, todavía con neveros.

Una vez cruzado el Guarnón continuamos en ligero ascenso, siempre con el río a nuestra izquierda, aunque es en este punto, donde el Guarnón se une al Genil, donde éste último pierde su nombre para pasar a llamarse río Real.

 Cruzamos el río Guarnón por este puente de madera...

Antes de pasar por las ruinas de las antiguas construcciones de la tercera de las minas, las Minas de la Justicia, junto a uno de los regueros de agua que se precipitan bruscamente hacia el río Real, hacemos una parada, en esta ocasión no es para hacer fotos, es para un pequeño descanso, beber y tomar unos frutos secos antes de afrontar el último tramo.

Un pequeño descanso, antes de las Minas de la Justicia, para reponer líquidos.

Nos ponemos en marcha de nuevo, cargados con nuestras mochilas, y dejadas atrás las Minas de la Justicia, llegamos a la bifurcación de la ruta. A la izquierda, cruzando el río Real por un pequeño puente de madera, dejando a la derecha el portentoso barranco de Lucía, se iniciaría el regreso, después de una subida donde se llega al Refugio de Aceral y posteriormente llaneando al de la Cucaracha desde donde se iniciaría el descenso por la Cuesta de los Presidarios hasta la Vereda de la Estrella, en la unión con el río Vadillo, pero nosotros continuamos por la ruta de la derecha, aunque no sin algo de dudas en este punto.

Montando el campamento en Cueva Secreta, que es la pequeña oquedad en la roca de la izquierda...

Unos metros más adelante nos encontramos con la unión, la confluencia de los dos ríos, el Valdecasillas (que nace del desagüe de la Laguna de la Mosca) y el Valdeinfiernos (que supongo nace del desagüe de la Laguna Larga), que a su vez, constituyen las dos variantes para subir a la Laguna de la Mosca y al Mulhacén. Nosotros seguimos remontando durante unos minutos más el cauce del río Valdeinfiernos, hasta llegar al paraje conocido como Cueva Secreta, donde una enorme roca, aislada, en forma de huevo ode balón, con una apertura en su interior, sirve de improvisado refugio, aunque allí ya había otras dos personas, así que en sus alrededores, con zonas de paredes de piedras, supongo utilizadas antaño para el ganado, y antiguas ruinas de pequeñas casas o chozos de piedra, a la vera del río Vadeinfiernos, en completa umbría en ese momento, sobre las 19:30 de la tarde, montamos el campamento. Buen sitio, buena hora, ideal para refrescarnos en el río, y disfrutar de una distendida cena, aunque ya antes, después de plantar la tienda y cambiarme de ropa, mi ratito de abstracción, sentando sobre un peñasco contemplando las impresionantes vistas de estos colosos de Sierra Nevada, cuyos picos aún siguen bañados por los últimos rayos de sol de la tarde, mientras nosotros y todo el Valdeindiernos ya queda en umbría: La Alcazaba (3.364), el Puntal de las Siete Lagunas (3.248), el Mulhacén (3.479), el Puntal de la Caldera, el pico Juego de Bolos (3.018) y algo de los Crestones de Rio Seco.

En primer término la "Loma de las Casillas", de fondo a la izquierda, la Alcazaba, y más a la derecha, en el centro de la foto, el Mulhacén, y entre estos dos, el piquito que sobresale es el puntal de las Siete Lagunas. Ente la Loma de las Casillas y el Mulhacén, pero algo más a la derecha, el Pico Juego de Bolos...

Cena agradable, mejor compañía, buen vino y un té ya cayendo la noche, con los frontales puestos, mientras algunos ponen a prueba una aplicación del teléfono móvil para identificar las estrellas del cielo que empezaban a verse, con la luna en creciente, con la alineación de  Venus y Júpiter, muy cerquita el uno del otro.

Y a la cama, o sea, al saco, a las 23:30, temprano para mi, pero tampoco hay mucho más que hacer, además, el día siguiente promete ser duro, así que a intentar descansar lo que se pueda.

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